LA FUNCIÓN TERRITORIAL, LAS POLÍTICAS DE DESARROLLO RURAL Y LAS EXPERIENCIAS LEADER
El final del siglo XX ha constituido un tiempo de reflexión y de cambio para los espacios rurales, al menos en el ámbito europeo y muy especialmente en las zonas más desfavorecidas del mundo mediterráneo. Si el novecento se identificó con una profunda crisis, reflejo de su retraso económico, de la persistencia de actividades tradicionales al margen de la industrialización y de la innovación de ese momento, teniendo como principal respuesta la emigración, el siglo XXI abre nuevas y alentadoras perspectivas. En efecto, los territorios rurales, si bien siguen rechazados y quedan fuera de algunos procesos económicos actuales, sin embargo, empiezan a ser atractivos para ciertas actividades entroncadas en otras concepciones del desarrollo. Esta dualidad que, en principio, puede parecer antagónica, tiene que ser explicada a partir del funcionamiento de un mundo global, ya que nuestros espacios rurales forman parte también de un mundo interconectado e internacionalizado.
En líneas generales los grandes procesos económicos globales, responsables del gran crecimiento moderno, son muy selectivos desde el punto de vista espacial; han introducido un nuevo principio de competencia y competitividad, el territorial, entendido como la habilidad de un territorio para generar más riqueza que sus competidores; en ocasiones se desencadena, lo que Milton Santos identifica como la "guerra de los lugares". De esta forma el territorio concreto, lo local está presente en lo global, juega un papel activo, no es un simple contenedor de actividades, es una realidad relacional donde existen objetos de índole muy diversa, natural, social, política, o cultural y un conjunto de relaciones muy complejas, en las cuales la sociedad adquiere un importante protagonismo.
Cada territorio local tiene un rol, un valor o nada, y asume un protagonismo o queda al margen según la naturaleza de los procesos económicos de cada momento; es una realidad viva y dinámica que puede cambiar su posición a lo largo de la historia económica de la Humanidad, dada la relación entre exigencias de actividades dominantes y potencialidades espaciales. No hay contradicción entre lo global y lo local, existe, por el contrario, una influencia mutua, reflejada en la capacidad de atracción para unas actividades concretas, o la modificación de ciertos procesos globales por el territorio local. Los protagonistas esenciales de los procesos globales son los espacios urbanos y más en concreto los metropolitanos, que han sido definidos por el Banco Mundial como los "eslabones de la cadena de la producción global", de ahí que, en principio, los espacios rurales sean poco o nada atractivos para ellos; son espacios marginados o no interesan. Sin embargo, los espacios rurales están absolutamente condicionados por decisiones globales, por el modo de producción global y por el comportamiento de una parte de la sociedad global, sobre todo la urbana y metropolitana. Son elementos decisivos en las transformaciones que se están operando o que esperamos se produzcan en estos territorios, y que va a modificar su futuro al menos en nuestro ámbito de la Unión Europea.
La política internacional constituye un elemento fundamental que actúa sobre el presente y futuro de lo rural, destacando entre otras cosas: las decisiones y posiciones de la actual Organización Mundial del Comercio; la evolución de China en el funcionamiento económico internacional y en concreto en relación con los mercados agrarios, o en nuestro caso la ampliación de la U.E. hacia el E., afectando a la actual dinámica y funcionamiento de la PAC, a los fondos estructurales y de cohesión. También pueden verse afectados los espacios rurales por el modo de producción flexible característico y representativo de la globalización. Las actividades menos rentables, vinculadas a trabajos poco especializados y a mano de obra barata, pueden desplazarse al mundo rural, reproduciendo así el esquema del mundo subdesarrollado. Por último los cambios que está experimentando la demanda, por parte de la sociedad urbana con mayor poder adquisitivo, van a influir sustancialmente en la transformación de los espacios rurales, y van a configurar parte del desarrollo rural. De la cantidad de producción, en este caso de alimentos, vamos a pasar a la calidad, seguridad y diferenciación; del rechazo de un territorio, de una cultura y de una sociedad, a la puesta en valor de toda una serie de recursos, que constituyen el motor de los nuevos desarrollos, que a su vez va a exigir nuevas dinámicas económicas y sociales. Todo ello hace que un territorio en su conjunto, se singularice en el nuevo desarrollo económico y adquiera una dimensión propia.
Existen posibilidades de cambio porque existe un mercado potencial que está reclamando nuevos productos, pero además hay que cambiar y buscar esas posibilidades porque la propia política económica internacional y la de la U.E. en particular, lo va a exigir. Si queremos mantener vivos los espacios rurales en conjuntos amplios, frenar en principio su retroceso demográfico, movilizar un capital interno y atraer capital exterior, elevar las rentas y conseguir una calidad de vida, es necesario afrontar los nuevos retos; si no se hace, la crisis futura será todavía mayor que la vivida anteriormente. Para ello, es preciso que la sociedad local tome conciencia y se constituya en protagonista esencial, que el productor agrario tradicional se transforme en empresario rural, que se ponga fin al localismo y la apertura y conexión exterior ser un hecho; el nuevo mundo rural debe ser complementario y estar interconectado con el urbano.
Para que el cambio sea posible no hay que olvidar que junto al "Territorio recurso" acorde con las nuevas concepciones y opciones del desarrollo, los espacios rurales son un "Territorio problema" que cuenta con numerosos obstáculos que impiden movilizar y optimizar sus potencialidades. Cabría señalar entre otros: sus escasos efectivos demográficos; el envejecimiento; la debil formación; la escasa actividad femenina; el individualismo; el complejo, que genera en ocasiones posiciones de victicismo; la desinformación; la multiplicidad de pequeños núcleos poco cohesionados y muy localistas; las autarquías internas; graves problemas de infraestructuras y escasa movilidad de capital junto a un bajo espíritu empresarial. De la combinación de recursos-problemas territoriales y sobre todo de la capacidad de optimizar los primeros y de resolver los segundos, resultará también una competencia rural y el futuro de estos espacios, dentro de una línea ascendente o dentro de un grave retroceso.
Uno de los pilares fundamentales del cambio, y sobre el que se apoya el
desarrollo rural futuro, es la multifuncionalidad, entendida como un modelo económico, que
va más allá de una multifuncionalidad agraria y de sostenimiento de una agricultura europea.
Se concibe como un modelo de desarrollo, capaz de poner en valor numerosos y heterogéneos
recursos pero que en general se relacionan con los siguiente:
-- Recursos agrarios: fundamento de nuevas producciones orientadas hacia la calidad,
seguridad y diferenciación y en estrecha vinculación con la industria alimentaria.
-- Recursos naturales, conservados en parte por sus tradicional marginación,
entre los que habría que considerar: el paisaje; aquellos capaces de incorporarse a
un proceso de transformación y uso, caso de la micología; los forestales; la caza; pesca;
así como numerosos productos naturales de aplicaciones diversas.
-- Recursos Turísticos: tanto naturales, como relacionados con el modo de vida,
la singularidad del territorio, la tradición y la cultura.
-- Existencia de un "saber hacer local" (Savoir faire o know how) base de un artesanado,
de industrias locales, de una gastronomía propia, y de una singularidad local.
La multifuncionalidad de los espacios rurales es un concepto muy flexible, pero que debe vincularse a una economía diversificada, capaz de articularse en un espacio amplio que necesariamente excede el municipio o concello, que debe tener una base comarcal y que permite especializaciones espaciales dentro de cada comarca, de acuerdo con sus potencialidades, con objeto de generar unos flujos socioeconómicos internos. El siglo XXI va a determinar, de acuerdo con estos nuevos desarrollos, unos espacios rurales con una base espacial importante, cada vez más cohesionada y con una jerarquización de núcleos, siendo clave la existencia de un centro rector. Para que esa multifuncionalidad sea eficaz hay que configurar espacios rurales amplios, definir sus potencialidades, articular de unas líneas estratégicas claras y unos productos concretos ligados a actividades económicas diversas que optimicen los recursos del territorio. La configuración de unidades territoriales operativas y la definición de una estrategia de desarrollo, deben ser los elementos clave que hagan posible y eficaz la multifuncionalidad definida.
Para que el desarrollo rural vinculado a una economía diversificada, acorde con una explotacionalidad racional y sostenible de sus recursos y con una participación activa de la sociedad local, sea una realidad es necesaria una política que coordine actuaciones, fije objetivos, salve obstáculos e incentive las nuevas realidades productoras. Nuestros espacios rurales están condicionados estrechamente por las políticas comunitarias, estatales y autonómicas, por lo que se aprecia una gran complejidad y a veces una cierta desconexión. En general se observa que el desarrollo rural y la producción agraria están absolutamente desvinculados, no en vano en la Agenda 2000 se califica al desarrollo rural como el segundo pilar de la PAC. Si se conciben unos espacios rurales multifuncionales, está diferenciación en principio no parece muy beneficiosa y puede propiciar una continuación del productivismo agrario.
Las políticas que afectan a los territorios rurales han establecido una tradicional diferenciación entre una actividad tradicional de peso y una alternativa de gran importancia, que parece considerarse secundaria a la hora de primar actuaciones. Surgen dudas si las instituciones políticas responsables, creen en el desarrollo rural y si en el caso español el Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación está preparado para asumir esa multifuncionaldiad del desarrollo rural, o por el contrario una institución más ligada a políticas regionales de conjunto, seria más adecuada para impulsarlo. El desarrollo rural debería ser la premisa mayor incluyendo, con una significación importante, toda la actividad agraria. La diversificación exige orientaciones nuevas del agricultor, así como una reconversión de actividades en ciertos espacios.
Asimismo se aprecian demasiadas políticas con competencias en desarrollo rural, que pueden desembocar en una dispersión de fondos y de objetivos, así como en acciones aisladas escasamente articuladas. Incluso entre ellas se pueden establecer desconexiones e incluso sectorializaciones marcadas sin que marquen la singularidad del territorio. Ello se aprecia claramente en las políticas comunitarias, pero también y muy especialmente en las estatales y autonómicas; se definen en general por una proyección de políticas sectoriales hacia territorios inespecíficos. La iniciativa LEADER y en España también la PRODER es la única que tiene una vinculación rural específica, pero queda al margen de lo agrario y cuenta con muy escaso presupuesto. Por último y en relación con las políticas que afectan a los espacios rurales se observa una contradicción marcada. Si el desarrollo rural, en la línea del desarrollo local, propicia un flujo de abajo hacia arriba, todas las políticas existentes actúan desde arriba hacia abajo, alejándose en ocasiones de unas potencialidades, de unos problemas y en definitiva de una realidad local . Es preciso insertar las políticas de abajo hacia arriba con las de arriba hacia abajo.
El momento es clave, o asumimos el reto futuro que impone la nueva economía rural apoyada en una multifuncionalidad acorde con las potencialidades existentes y capaz de generar sinergias internas, o la crisis rural será más profunda. Por ello es imprescindible generar un clima acorde con las posibilidades de los territorios, la necesidad del cambio, y con la transformación de sus estructuras tradicionales y muy especialmente de la sociedad local, con objeto de ir creando nuevas dinámicas internas que apuesten por las nuevas actividades y nuevas formas de producción. En este reto debe estar muy comprometida la sociedad local pero también las instituciones políticas. El binomio sociedad-política rural, es clave para el nuevo futuro, y su eficacia determinará el desarrollo de un espacio que debe asumir un importante protagonismo en este siglo XXI, con objeto de ir consiguiendo un mayor equilibrio territorial y una mayor equidad social.
Se presentaron un total de dieciocho comunicaciones, orientadas
preferentemente a:
- Relaciones desarrollo-territorios rurales
- Desarrollo-recursos
- Bases territoriales de actuación: experiencias comarcales
- Incidencia de la iniciativa LEADER.
- Los PRODER
- Ejemplos territoriales, referentes a actuaciones específicas tanto de
Portugal como de España.
Llamó la atención las escasas referencias a las relaciones transfronterizas, programas inter-regionales e incluso a los contenidos y problemas de las políticas agrarias, si bien en los debates fueron temas introducidos por los relatores.